viernes, 25 de mayo de 2007

QUE NO SE LE PARE EL RELOJ!

Una mañana escuché a una chica de 15 años preguntarle a su mamá si le dejaba tener novio. Después de su pregunta, hubo un silencio que pareció eterno, fue incómodo y terminó con un estruendoso NO por parte de la mamá. Después, ésta inició una letanía interminable – el famoso sermón -, que comenzaba con la conocida frase “en mis tiempos...” con las consecuentes protestas por parte de la niña, quien alegaba “pero hoy no es igual...”.

Los tiempos cambian en todo, pero ¿también así en lo que se refiere a la educación de nuestros hijos? Unas personas piensan que sí, definitivamente no se puede educar a los chicos como nosotros fuimos educados. Otros piensan que precisamente una educación a “la antigua” es lo que más conviene en un mundo tan turbulento. La verdad es que las cosas nunca son ni completamente blancas, ni completamente negras. Si nosotros educamos en todo como nosotros fuimos educados, es decir si “se nos para el reloj”, seguramente no estaremos preparando a nuestros hijos de la mejor manera para vivir en un mundo como el de hoy, que requiere actualización constante, en el que con el internet, la información está literalmente al alcance de los dedos y cuando el mundo, gracias tanto a la tecnología, como a la política mundial, se hace cada vez más pequeño. Todos sabemos todo lo que pasa en todas partes del mundo, o casi en todas. Por otra parte, no podemos darnos el “lujo” de ser unos padres tan modernos que nos olvidemos por completo de transmitirles a nuestros hijos nuestros valores, nuestras creencias, nuestra cultura, nuestras tradiciones, etc., y dejarlos que crezcan, literalmente, como puedan y tomando lo que cualquiera coloque frente a ellos. A los niños, los padres debemos darles el sentido del bien y el mal, de lo correcto y lo incorrecto y también a tomar las decisiones en consecuencia. Para enseñarles a razonar por si mismos y a tomar decisiones, debemos tomar los siguientes pasos: 1) hacerles preguntas tales como porqué desean hacer tal o cual cosa, 2) escuchar sus respuestas con mucha atención, 3) preguntarles las consecuencias que podrían tener con una u otra decisión, 4) Hacerles ver las cosas que no hayan tomado en consideración y finalmente 5) Preguntarles cuál decisión creen que es las que más les conviene de las varias opciones discutidas previamente.

Esta es una práctica que se tiene que llevar a cabo innumerables veces, pues aprender a tomar decisiones no es algo sencillo para nadie. Es decir, ésto se tiene que hacer desde que los niños son pequeñitos y hasta que llegan a la mayoría de edad. Por supuesto que conforme van creciendo, el ejercicio será mucho más ágil y más y más, serán ellos quienes lleven la voz cantante y nuestro papel como adultos se transforma en el de quien va haciendo ciertos ajustes necesarios, cuando ellos parezcan perder el rumbo.

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