“El que la hace, la paga”, me decía mi abuela siempre que la desobedecía y yo siempre pensaba “ya veremos, dijo un ciego….”
Al recordar viejos tiempos, inevitablemente se me ocurren miles de consignas que nos eran dadas a los jóvenes a través de los famosos dichos: “Mas pronto cae un hablador, que un cojo”, cuando decíamos mentiras; “el que mucho abarca, poco aprieta”, cuando queríamos ir más allá de nuestros límites; “dime con quién andas y te dire quién eres”, cuando debíamos reevaluar a nuestras amistades; “al que madruga, dios lo ayuda”, cuando posponíamos las cosas; o por el contrario, “no por mucho madrugar, amanece más temprano”, cuando queríamos adelantarnos sin necesidad; “agua que no has de beber, déjala correr”, para enseñarnos que no debíamos acaparar todo; “el que mal anda, mal acaba”, indicando que la vida se cobra justamente; “dios castiga sin palo y sin cuarta”, para recordarnos que siempre hay un castigo cuando se actúa mal; “con la vara que mides, serás medido”, cuando nos daba por juzgar a los demás; “cada oveja con su pareja”, para que notáramos la similitud (positiva o negativa) entre dos personas; “el león cree que todos son de su condición”, cuando prejuzgábamos; “a la tierra que fueres, haz lo que vieres”, cuando nos sentíamos inseguros de como actuar en alguna situación; “trata a los demás como quieres que te traten a ti”, para enseñarnos a ser amables; “como te ven, te tratan”, para recordarnos que el arreglo personal es esencial; “el que anda con lobos, a aullar se enseña”, para prevenirnos contra las malas influencias.
La conversación con mi abuela, seguiría más o menos así: “Nunca digas: de esa agua no he de beber”, porque “No se debe escupir para arriba, porque te caerá en la cara”, y yo le preguntaba “Para qué tanto brinco, estando el suelo tan parejo?”, tú bien sabes que “El hilo se rompe por lo más delgado”. Yo mejor digo que “En boca cerrada no entran moscas”, y como “No todo lo que brilla es oro” y “ Más sabe el diablo por viejo que por diablo”, yo te voy a obedecer. Pues qué bueno, diría mi abuela, porque “El que no oye consejos, no llega a viejo” y aunque es cierto que “Arbol que nace torcido jamás su tronco endereza”, también es verdad que “Al que a buen árbol se arrima, buena sombra le cobija”. Tú nada más “No dejes para mañana lo que puedes hacer hoy” y “No dejes camino real por vereda”, porque “Camarón que se duerme, se lo lleva la corriente”. “Haz el bien y no mires a quien”, porque “Nunca es tarde si la dicha es buena”. Aunque me contestes mal de vez en cuando, “A palabras necias, oidos sordos”. Sí abuela, “A cada capillita le llega su fiestecita” y como “A caballo dado no se le ve colmillo” y “Más vale pájaro en mano que ciento volando”, después de todo vivimos en “Pueblo chico, infierno grande” y, finalmente, “Donde manda capitán, no gobierna marinero”. Esa es mi nieta! “De tal palo tal astilla”, ahora nadamás, “Cria fama y hechate a dormir”.
Pareciera como si, a través de los dichos, la sabiduría de cientos de años se diera en cápsulas a los más jóvenes, como medicina para prevenir comportamientos y curar males sociales. Continuemos la tradicion!
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