lunes, 11 de julio de 2011

LOS DEPORTES Y NUESTROS HIJOS


Por Silvia Uribe


Todos hemos escuchado más de una vez y hemos comprobado, que los deportes son un buen hábito que les debemos enseñar a nuestros hijos. Por ahí dicen que “Mente sana en cuerpo sano”. Ya sea soccer, natación, tenis, futbol americano, basquetbol o cualquier otro deporte, el deporte les enseña a nuestros hijos a prepararse y competir con la finalidad de ganar y con el espíritu de

ser parte de un equipo. Todo esto les va a servir en la vida, cuando estudien una carrera universitaria, cuando trabajen en cualquier ámbito y para saber que su obligación es la de hacer su mejor esfuerzo.

Nosotros, como padres y madres, nos sentimos orgullosos de ellos y secretamente estamos convencidos que nuestro hijo/a es el/la mejor. Es como si cuando nuestros hijos participan en un juego, todos los demás chicos se borraran y nosotros solo tenemos ojos para ver a los nuestros y punto. Si, nos sentimos orgullosos cada que hacen una anotación y nos preocupamos cuando percibimos que alguien comete una falta en su contra.

Pero, a veces, los padres llevamos las cosas a los extremos. Creemos que nadie debe tocar a nuestros hijos, que nadie debe marcarles una falta, que tienen que ganar a como dé lugar y, si no ganan, nos molestamos con ellos y con los demás. Es ahí cuando la cosa se pone, como dicen en mi tierra, “color de hormiga”.

A los adultos, en nuestro afán que nuestros hijos resulten triunfadores, se nos olvida que una gran parte de la enseñanza cuando practican un deporte, es precisamente enseñarles a aceptar las derrotas, a reconocer sus errores y, al mismo tiempo, a reconocer los aciertos de quienes jugaron mejor. Con frecuencia, los padres ponemos tanta presión sobre nuestros hijos, que hacemos que dejen de disfrutar su deporte, que se sientan extremadamente nerviosos y, a veces, hasta que se sientan avergonzados de nuestras acciones hacia otros niños o hacia otros adultos durante los juegos.

Por lo regular, cuando perdemos el control sobre nuestras emociones es cuando nos comportamos de esta forma irreflexiva y, francamente imprudente. Es precisamente entonces, cuando les estamos dando el peor ejemplo que podemos darles y cuando les estamos robando todo el gozo y la oportunidad de adquirir las herramientas necesarias para que las utilicen cuando, en la vida, las cosas no vayan a su favor.

Con esa actitud lo que estamos haciendo es enseñarles que golpear e insultar es la mejor manera de arreglar los problemas. Si somos sinceros, tenemos que reconocer que, en realidad esta es una forma irracional y primaria de lidiar con lo que no nos gusta. Son solo valentonadas que, al final, nos hacen quedar en ridículo ante los ojos de los demás y nos hacen ver como personas no muy inteligentes. Con nuestro ejemplo, les damos a nuestros hijos permiso para actuar de igual manera, aún cuando en otras ocasiones les digamos que no les peguen a otros niños. Si nuestros hijos copian este comportamiento, tarde o temprano tendrán problemas con la ley por el simple echo de no saberse controlar.

Los padres tenemos la gran responsabilidad de educar a nuestros hijos de manera que se les haga más fácil la vida y para que no se metan en problemas. Nuestro ejemplo es básico. Controlemos nuestras emociones y nuestras reacciones. No les hagamos caer en los problemas que, precisamente, les queremos evitar.