Por Silvia Uribe
Si usted tiene hijos, seguramente se ha preguntado más de una vez, cómo y cuándo tratar los temas que a todos los padres nos cuesta trabajo hablar con nuestros hijos. Los temas de las relaciones amorosas en general y en particular de sexo hacen que la mente se nos paralice, que la lengua se nos enrede y es como si la garganta se nos atrofiara sin remedio forzándonos a renunciar a nuestra intención de hablar.
Cada vez, terminamos convenciéndonos a nosotros mismos que no tenemos la preparación necesaria para hacerlo, que nuestros hijos de todas formas no nos van a hacer caso y nos salimos de la situación tan pronto como podemos, como si huyéramos de un monstruo cuyo objetivo es primero torturarnos y después matarnos de angustia. ¿Le suena conocido este escenario?
Sin embargo, la forma más sencilla para que estos temas no se conviertan en un tabú en la familia es aprovechando cada ocasión para tratarlos cuando no se refieran a nuestros hijos o a nadie cercano.
La televisión nos da la oportunidad perfecta, pues está llena relaciones y situaciones de tipo sexual que nos pueden proporcionar el entrenamiento perfecto para comenzar a sentirnos menos nerviosos, para escuchar lo que piensan nuestros hijos y, para que sin que ellos se den cuenta, les podamos demostrar cómo algunos comportamientos son completamente riesgosos e irresponsables y sobre las terribles consecuencias que éstos pueden tener.
Si comentamos casualmente sobre lo que vemos, nuestros hijos no nos acusarán de darles un sermón. Estos temas se normalizarán y pasarán de ser tabú a ser temas que comúnmente se pueden tratar en familia.
Pero ahí no debería parar nuestro esfuerzo. Nuestros hijos esperan que les guiemos. Aunque no lo admitan abiertamente, los jóvenes en edad pre adolescente y adolescente necesitan que alguien les diga cómo hacer las cosas, ya que las emociones y los sentimientos que se les presentan les son totalmente desconocidos y no saben qué hacer con ellos.
Ellos necesitan poder confiar en sus padres durante esas etapas de confusión. Nos rechazan, pero nos necesitan como aliados.
Una vez establecida esta confianza, no se nos hará cuesta arriba hablar clara, pero respetuosamente de lo que hoy nos parece imposible mencionar. El problema no es que nuestros hijos no nos quieran escuchar, sino que nosotros no nos queremos arriesgar a hablar.
Pero ¡atención! Para poder ser padres efectivos en nuestra comunicación durante estas etapas (de los 11-12 años en adelante) ésta debe comenzar desde son pequeñitos. La confianza debe estar ahí desde el principio de sus vidas y debe ir aumentando de acuerdo a su edad. Debemos de evitar a toda costa que se eleven barreras con “cosas que no se pueden mencionar” y con “ése tipo de temas” cuidando siempre de guardar un balance entre la confianza y el respeto.
No queramos tapar el sol con un dedo. Hoy en día nuestros hijos escuchan, ven y corren el riesgo de experimentar cosas a las que quizá nosotros no estuvimos expuestos hasta que fuimos adultos. No debemos temer a abrirles los ojos, pues ya los tienen bien abiertos. Nuestro trabajo será el de ponerle a su mente los lentes que necesitan para ver con claridad y saber juzgar las situaciones que se les presenten.
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