LO BUENO, LO MALO Y LO FEO.
Por
Silvia Uribe
Al
celebrar con mi esposo 31 años de
matrimonio, varias personas me pidieron que compartiera nuestro “secreto” para
tener un matrimonio exitoso. No existe tal secreto, pero les comparto algunos
de mis pensamientos al respecto.
Casarse es un gran compromiso,
como todos sabemos y algunos lo hemos
experimentado ya. Con frecuencia, sin embargo, vemos que dicho compromiso se
rompe con tanta facilidad que el obvio que al menos una de las dos personas no
estaba completamente comprometido. Particularmente para aquellos que, aún antes
de casarse, ya están diciendo: “Si no funciona, me divorcio”.
El amor es muy importante, pero
ciertamente no es suficiente para sostener un matrimonio durante toda una vida
sin un real compromiso de ambas partes. He aprendido que la dedicación que se
requiere para lograr que un matrimonio funcione, a veces va mucho más allá de
lo que nosotros mismos nos consideramos capaces.
De ninguna manera estoy a favor
de permitir que alguien nos falte al respeto o que abuse de nosotros ya sea
física, emocional o espiritualmente, cruzando nuestros límites. El abuso nunca
debe ser tolerado. A lo que me refiero es a esa clase de compromiso que nos da
la fuerza interna que nos permite pelear, hasta límites desconocidos, para
conservar una relación con una persona que vale la pena.
LO BUENO - Vayamos por partes.
Digamos que los buenos momentos son aquellos en que todo va bien, cuando ambas
personas están de acuerdo y, por lo tanto, no existen dificultades. Estos
períodos suceden no solo al principio, sino también en otros momentos del
matrimonio.
LO MALO - Después de algunas
semanas o de algunos meses, cuando las diferencias con nuestra pareja se presentan,
tratamos de ser tolerantes, pero no siempre es posible. Las diferencias – en
educación y costumbres y debidas a esas tonterías que hacemos en nuestro diario
vivir – llegan a ser insufribles. Los pleitos comienzan, los comportamientos
pasivo-agresivos nos dominan y comenzamos reconsiderar nuestra decisión de
vivir nuestra vida con una persona tan indeseable, que no escucha, no entiende,
es egoísta y no desea cambiar.
Puesto que usar la lógica no funciona
y gritar empeora las cosas, nos guardamos esos sentimientos, hasta que llega un
día en que ya no aguantamos y entonces si que explotamos. Es entonces cuando
nos planteamos la posibilidad de un divorcio. Sí, hasta los matrimonios más
exitosos han pasado por estos períodos.
Desde mi punto de vista es, en
esos precisos momentos, cuando se decide si un matrimonio va a ser exitoso o si
terminará en divorcio.
El matrimonio es un contrato,
después de todo. Aquellos que en ese momento se detienen para analizar por qué
y para qué firmaron dicho contrato, tienen una mayor oportunidad de lograr la
meta que se habían fijado: Estar unidos en las buenas y las malas. En un
negocio, cuando firmamos el contrato, no lo hacemos pensando en que no
tendremos problemas o que será fácil sacarlo adelante. Sabemos que se nos
presentarán piedritas en el camino y hasta rocas enormes en algún momento;
firmamos con la firme idea de superar lo que se nos presente para que tal
negocio tenga éxito.
Habrán notado que utilizo la
palabra exitoso y no duradero. Estas dos características de un matrimonio no
significan lo mismo. Un matrimonio exitoso es aquel en que ambas partes valoran
y disfrutan su vida en común a través de los años.
Un matrimonio duradero pues existir aún si uno o los dos son miserables pero ya sea presión familiar, costumbre o por
razones económicas, no se disuelve.
LO FEO - Pero todavía no
hablamos de la parte fea del matrimonio, la cual yo considero que son esos
períodos en que suceden cosas capaces de cambiarle la vida a la pareja y que
casi siempre llegan inesperadamente. Esos momento en que parecería que no sólo
el matrimonio se acabará, sino que el mundo se nos viene encima (hasta las
parejas más exitosas pasan por estos períodos una o varias veces). Es en esos
momentos cuando la pareja necesita la seguridad de que puede apoyarse en la
otra persona hasta que pase la tormenta.
Los matrimonios exitosos y
duraderos se pueden alcanzar. Todo depende de nuestra elección. Quizá la persona que elijamos no sea la mejor
parecida, la más graciosa o la más rica, pero tenemos que estar ciertos que esa
persona tiene la capacidad de tener el mismo nivel de amor, respeto y
compromiso que nosotros tenemos para trabajar en la relación. Entonces y solo
entonces, nuestro matrimonio será lo suficientemente fuerte para sobrevivir lo
bueno, lo malo y lo feo tomados de la mano con la persona que amamos.