lunes, 27 de junio de 2011

ADAPTARSE NO ES OLVIDAR

Por Silvia Uribe

Yo no se a usted, pero a mi me costó mucho trabajo adaptarme a vivir en los Estados Unidos. Me tomó 5 años tan sólo comenzar a lograrlo. Es decir, cinco años para dejar de llorar todos los días, para acostumbrarme a que mi teléfono nunca sonara, para aceptar que nadie iba a llegar a visitarme a la casa y para entender que aunque me asomara a la ventana o saliera a la calle, no vería ninguna cara conocida.

Se dice fácil, pero el aceptar cada una de estas cosas, era ir matando lo que yo amaba mas, pero eso no era lo peor. La idea de no ver seguido a la familia y los amigos, tan amados todos, me resultaba insoportable.

En mi mente siempre estaba el pensamiento de lo que haría cuando volviera a vivir a México, mi tan amado país. La imaginación me traicionaba e, inesperadamente, en mi mente revivía las imágenes de sitios y escenas tan familiares de una forma tan real, que a veces temía perderme de la realidad. Los conocidos sonidos, olores y colores grabados en mi mente, hacían imposible que desapareciera el dolor de no estar en mi tierra, cerca de lo que consideraba tan mío.

Una noche, mi marido hizo un comentario que me cimbró, que movió todas las fibras en mi interior y prácticamente me sacó todo el aire, al punto de no poder respirar. “Yo creo que nos vamos a quedar a vivir en Santa Barbara definitivamente” –dijo pensativo. “Ya estamos aquí y es mejor que nos quedemos por nuestras hijas y por nosotros. El aire es más limpio, hay mucha más seguridad, el tráfico no es un problema y la calidad de vida es superior.” Yo le escuchaba como a la distancia. El esperaba una respuesta, pero mi mente era un torbellino que no me permitía formular palabra alguna. Sabía que él tenía razón, pero no quería seguirle escuchando. Mis ojos lloraron por días enteros, mientras mi mente y mi corazón sangraban hasta quedar secos.

Sorpresivamente, todo ese dolor sirvió para algo. Terminé de llorar el pasado y comencé a aceptar mi nueva realidad.

Por cinco años me había sentido como si estuviera parada sobre una grieta muy profunda con un pie en cada lado. Era como si en cualquier momento me fuera a tragar la tierra. A partir de esa noche, todo fue diferente. Me dí cuenta que por fin había logrado poner los dos pies del mismo lado, en tierra sólida y que por fin podía comenzar a caminar con paso firme y así lo hice.

Quise compartir esta historia para brindar un rayito de esperanza a todas aquellas personas que han pasado o están pasando por una situación similar a la que yo pasé. Cuando estamos en este país pensando solo en volver al nuestro, estamos haciendo imposible nuestra vida y nuestro progreso aquí. Si trabajamos nada más para juntar algo de dinero y regresarnos a vivir a nuestra tierra, al poco tiempo tendremos que volver acá para juntar más dinero, pero como nos fuimos, al volver tendremos que comenzar desde abajo y eso se convierte en el cuento de nunca acabar.

Es más fácil adaptarnos y tener una mejor vida aquí, que quedarnos atorados en un ir y venir que no nos permite avanzar ni aquí ni allá. De cualquier modo, adaptarnos no significa que olvidemos nuestra patria, ni a los seres queridos. No estamos dándole la espalda a nada ni a nadie. Simplemente, nos estamos forjando un futuro mejor y nadie nos puede condenar por ello.

Adaptarse no es olvidar, adaptarse es darse a uno mismo la oportunidad de progresar.

LA AUTODISCRIMINACION… UN MAL INNECESARIO.

By Silvia Uribe

Para apreciarnos, debemos saber quienes somos. Eso cae por su propio peso, pero en realidad, apreciarnos tal cual somos puede resultarnos más difícil de lo que creemos, especialmente cuando comenzamos a compararnos con otros.

Y cuando nos comparamos, ¿por qué lo hacemos? ¿Para superarnos? ¿Para alentarnos a nosotros mismos? La verdad es que la mayor parte de las veces en la comparación que hacemos salimos perdiendo porque, de entrada, nosotros nos sentimos perdedores. Con frecuencia escucho “fulanito es muy inteligente y por eso tiene un buen trabajo, en cambio yo…” “fulanita es muy bonita y por eso tiene suerte en el amor, pero yo…”

Muchas veces también escucho a las personas describir a otra comparándose “ella si es muy bonita, blanca, blanca, de ojos azules y rubia, además es delgada y muy alta” y las personas que dicen esto no se dan cuenta que siendo bajitas, morenitas y de ojos oscuros son quizá más guapas todavía. La pregunta es, ¿por qué nos hacemos menos nosotros mismos? ¿por qué hombres y mujeres somos tan inseguros?

Hay familias, por ejemplo, en las que sus miembros son de todos colores y sabores. Unos blancos y de ojos claros, otros morenos claros y otros más obscuritos y alguno por ahí, hasta pelirrojo; unos altos, otros bajitos, de pelo grueso, lacio y negro y otros rubios y de pelo rizado. Todos con características que les gustan y otras, no tanto, pero no por eso se tratan diferente entre ellos, ni se sienten con ventaja o en desventaja en relación a los demás. Cada quién es como es y así se aceptan.

¿Entonces por qué unos se aceptan y otros no?

Es cuestión de lo que se conoce como autoestima y ésta, normalmente, la obtenemos en la casa. Lo que les decimos los padres a los hijos hace, definitivamente, una gran diferencia. Si nosotros como padres les hacemos saber a nuestros hijos e hijas, desde pequeñitos, lo lindos, lo inteligentes y lo hábiles que son – en lugar de compararlos con sus hermanos o con alguien más - y se los repetimos cada que podemos durante su crecimiento, serán personas seguras que no se compararán con nadie. Por otro lado, las imágenes que se ven en los medios también pueden afectar la autoestima de nuestros hijos, si nosotros como padres no les ayudamos a nuestros hijos a analizar lo que ven. En las novelas, por ejemplo, es raro que existan personajes protagónicos que no sean la típica imagen del hombre y la mujer blancos y rubios.

¿Pero es esa una imágen realista? Por supuesto que no. Ni son así todas las personas en nuestros países (más bien son los menos) ni todos son guapos/as (el maquillaje hace Milagros) ni tampoco nacieron con los cuerpos que tienen (casi siempre son fruto de cirujías, dietas extremas y de enfermedades tales como la anorexia)

Y si hablamos de la vida que tienen muchos de esos actores que vemos en el cine y la television, éstas son mucho menos glamorosas de lo que creemos. Llenas de alcohol, drogas y violencia; de depresión y de intentos de suicidio; de aislamiento y soledad. ¿Qué es en realidad lo que les envidiamos? ¿El dinero? Pues si, es cierto, algunos (los menos) ganan muchisimo dinero. Otros, ganan bien y todo lo gastan y otros nadamás fingen que lo ganan y viven de las apariencias y endrogados toda la vida.

Asi que si el león no es como lo pintan ¿porqué nos sentimos menos? Si en este país la discriminación nos afecta a todos, la autodiscriminación nos afecta todavía más, aunque no sea tan obvia. Cuando nos autodiscriminamos, nos estamos prejuzgando y con nuestro ejemplo, damos pie a que los demás nos juzguen y nos rechacen por el color de nuestra piel y por nuestros razgos físicos. ¿No es de esto precísamente de lo que nos quejamos tanto?

Mientras nos menospreciemos a nosotros mismos, los demás nos discriminarán también. Este es el momento de cambiar nosotros y a abolir la discriminación comenzando por nuestra propia casa.